✨ Reprogramando la educación con IA (mientras intentamos alcanzar su velocidad)
Crónica de dos viajes a Piura y una conversación urgente sobre IA y pensamiento crítico
El sábado pasado estuve nuevamente en el campus de la Universidad de Piura; volví por el EducaUDEP, un espacio que cada año reúne a cientos de docentes de colegios del norte del Perú con la disposición de aprender, preguntar, experimentar y discutir. Todavía no terminaba de procesar esa jornada cuando, apenas unos días después, regresé a Piura para participar en el SIDEI 2025, un evento orientado a directivos y docentes universitarios. Dos viajes consecutivos, dos audiencias distintas, un mismo tema que sigue acelerándose más rápido que nuestra capacidad de asimilarlo: la inteligencia artificial en educación.
Entre un evento y otro fui encontrando algo que se repetía: no era miedo ni euforia; era más bien una mezcla de curiosidad y necesidad. Muchas personas —directivos, docentes, investigadores— querían entender qué está cambiando realmente con la IA y qué significa eso para su trabajo cotidiano. Sentí que había una pregunta latente: ¿cómo nos adaptamos sin exagerar riesgos, pero también sin comprar discursos grandilocuentes?
Con ese espíritu llegué a SIDEI 2025; mi intención no era presentar otro taller sobre “herramientas de moda”, sino abrir un espacio para pensar juntos qué está pasando y cómo podemos tomar decisiones más conscientes sobre el uso de la inteligencia artificial en educación. A partir de ahí construí la sesión: una combinación de marcos internacionales, ejemplos concretos, ideas pedagógicas y algunas provocaciones necesarias para analizar el rumbo de la educación en esta época tan particular.
Lo que conversamos en SIDEI 2025
Más que un taller “sobre IA”, fue un espacio para pensar qué significa educar cuando parte de nuestras herramientas cognitivas —explicar, sintetizar, generar ejemplos, transformar información— hoy pueden ser replicadas por sistemas algorítmicos.
Empezamos por lo básico: no se puede hablar de IA en educación sin hablar de criterio; y el criterio, como recordé a los participantes, no se transfiere por ósmosis; se desarrolla interpretando, contrastando, dudando y volviendo a mirar. La IA puede acelerar procesos, pero no puede reemplazar ese tipo de ejercicio intelectual.
Desde ahí abordamos tres ideas centrales:
1. La producción de conocimiento ya no es exclusivamente humana
Hoy, una consulta a un chatbot genera resúmenes, interpretaciones y explicaciones en segundos. Esto no elimina la necesidad del pensamiento humano, pero sí desplaza dónde ocurre el esfuerzo cognitivo. La pregunta pedagógica entonces no es “¿cómo evitar que usen IA?”, sino:
¿qué tipo de tareas siguen siendo formativas cuando la máquina puede hacer una parte del trabajo?
Hablamos de análisis, reflexión crítica, interpretación contextualizada, lectura atenta, uso ético y responsable de información. Ninguna de ellas se automatiza.
2. El docente se mueve de transmisor a diseñador
Conversamos sobre algo que resonó mucho entre los directivos:
si la IA puede explicar, ¿qué aporta el docente?
Aporta criterio, juicio, sensibilidad, ética, acompañamiento. Aporta un marco para leer los resultados de la IA, no para aceptarlos como verdad.
Mostré ejemplos concretos de prácticas híbridas:
La IA hace preanálisis de patrones en respuestas abiertas.
El docente revisa muestras, interpreta, detecta ambigüedades y toma decisiones pedagógicas.
Ese tramo —el que requiere juicio profesional— no se delega.
3. El enfoque internacional es claro: uso centrado en el ser humano
Compartimos hallazgos de la UNESCO y otros marcos internacionales que subrayan que educar con IA significa proteger diversidad, equidad y agencia humana. No se trata de “enseñar a usar herramientas”, sino de enseñar a entenderlas y decidir cuándo conviene usarlas y cuándo no.
En un momento, alguien comentó:
“Es que los estudiantes creen que la IA piensa.”
Y esa frase abrió una discusión necesaria: los modelos generan patrones, no comprensión; correlaciones, no pensamiento. Lo que producen es útil, pero no es conocimiento en el sentido humanista.
La reacción de los asistentes
Lo más valioso fue ver que, lejos de un debate técnico, lo que buscaban era claridad conceptual y guía práctica. Sus preguntas no eran sobre “qué herramienta es mejor”, sino sobre:
cómo rediseñar evaluaciones,
cómo construir políticas institucionales,
qué criterios usar para introducir IA sin perder rigor académico.
Muchos contaron experiencias reales: estudiantes que entregan trabajos impecables pero sin voz propia; docentes que ya usan IA, pero sin marco; universidades que están intentando actualizar sus normativas sin caer en la prohibición.
El taller terminó con un consenso tácito:
la alfabetización en IA no es opcional; es una competencia académica y ciudadana.
Y nos corresponde formar a estudiantes que no solo sepan usar estas herramientas, sino que sepan pensar con ellas —y a veces, pese a ellas.
Dos eventos, un mismo desafío
Volver a Piura con unos días de diferencia me permitió ver algo nítido: desde la escuela hasta la universidad, todos estamos buscando cómo navegar esta transición; no desde el miedo, sino desde la responsabilidad.
En EducaUDEP la conversación giró en torno al aula escolar; en SIDEI, al modelo universitario; pero el trasfondo fue idéntico:
¿Cómo preservar aquello que hace valioso el aprendizaje humano en un contexto donde la información es abundante y la síntesis está automatizada?
Lo interesante es que, lejos de desanimar, esta pregunta abrió posibilidades. La IA permite acelerar tareas mecánicas y ampliar la capacidad creativa; pero también nos obliga a recuperar el valor de pensar despacio, interpretar con cuidado y dialogar de verdad: Nos obliga a revalorizar lo humano.
Una conclusión personal
No sé si estamos “reprogramando” la educación; lo que sí veo es que nos estamos reprogramando nosotros: directivos, docentes, instituciones, familias.
Dejar de ver la IA como amenaza o como varita mágica es el primer paso; el segundo es asumir que pensar críticamente —y enseñar a pensar críticamente— importa más que nunca.
En ese camino, espacios como EducaUDEP y SIDEI 2025 son esenciales; nos permiten detenernos, compartir experiencias reales, cuestionar supuestos y construir juntos una visión que no reduzca la educación a eficiencia, pero tampoco ignore las oportunidades de esta nueva era.
Si algo me quedó claro después de estos dos viajes seguidos es que la conversación recién está empezando; y necesitamos tenerla bien.



